El racismo colonial que tuvo su máxima expresión en aquel hecho humillante del 24 de mayo de 2008 en la capital del país, brotó con mayor fuerza en los últimos días cuando un candidato de la misma estirpe y con rasgos fascistoides, no quiere aceptar la realidad y trata de empañar la victoria popular en la alcaldía de Sucre.
Es de los mismos, como lo fue Carlos Mesa, el típico ‘doctorcito de Charcas’, que quiere repetir los días sangrientos de noviembre, imponiendo la narrativa del “fraude” y también a repetir lo que un anodino periodista, militante del fascismo español ya había señalado hace algún tiempo, que los votos del pueblo son votos “ignorantes” cuando cada voto tiene miles de años de saber, de cultura y civilización.
Se trata pues de un candidato que marcando su sello racista desafía a su propio pueblo cuando había afirmado en dos oportunidades que “los que se llevan el voto de algunos mal nacidos en esta ciudad que les dan el 30 por ciento” del total de sufragios urbanos de las elecciones subnacionales.
Este remedo de Francisco Pizarro o de Diego Almagro, como nos muestra la mentalidad de Horacio Poppe, piensa que su color de piel le autoriza a sentirse superior, cuando ha vendido su alma, no al diablo sino al dinero, porque hasta el diablo en los andes odia a los racistas y baila por la virgen María.
Los sucesos del 24 de mayo de 2008 han despertado otra vez en el alma de esa gente que no ha aprendido la lección de la historia, sino que repite y saca a relucir su identidad colonial como si fuera señales de revancha por algo que lo perdieron. La violencia y el odio descargado a decenas de campesinos en plena plaza el año 2008, ha servido de para que el conjunto de la población boliviana valore la convivencia democrática, cuya principal premisa es el respeto a las diferencias en todos los ámbitos de la vida.
La promulgación de marcos jurídicos de lucha contra la discriminación, no ha tenido el efecto esperado, muchas organizaciones de la sociedad civil, mantienen como razón principal de su existencia el odio y la discriminación racista.
La vieja aristocracia colonial que quiso jugar a la política apadrinada por un psicópata del norte ha recibido, después de más de 500 años, una bofetada en su blanco y barbado rostro, una bofetada que tiene sus ecos en los hermanos y hermanas de todos los pueblos del Abya Yala.
Esa es nuestra historia, ese permanente enfrentamiento entre el bloque colonial que ignora a los indios por considerarlos inferiores. Este enfrentamiento se ha convertido en una afrenta para esta media clase, que no soporta la presencia indígena en los dispositivos del poder, de los que se creían dueños absolutos, por eso su ensañamiento feroz traducido en el odio que día a día, está presente en las redes sociales y en los medios de comunicación que posee la media clase.
Este “nuevo patrón colonial” que nos quiere imponer Poppe, tuvo ya influencia y logró conformar la llamada “media luna” con claros objetivos de promover una guerra civil e imponer el separatismo territorial boliviano. Esta postura antidemocrática, se concretó en los “cabildos”, que tuvo su momento de mayor impacto cuando lograron imponer su modelo en ciudades como La Paz y Cochabamba (a través de la Resistencia Juvenil Ckochala) durante el golpe de noviembre de 2019.
El racismo contemporáneo viene ahora revestido de un psicópata, no le bastó con alentar a esos grupos que humillaron a campesinos, no le bastó con invisibilizarlos, tal como ocurrió en la colonia y ocurre hoy en pleno siglo XXI, ahora, no le bastó con llamarlos ‘malnacidos’, seguramente estaba en actitud de apronte para incluso escupir en la cara a campesinos que no le dieron el voto.
De ahí que, en ese proceso de la Asamblea Constituyente, los espíritus del pasado, todos ellos racistas de color blanco, renuevan su discurso y mimetizan sus delirios de superioridad.
Es por ello, que urge desmontar el aparato colonial incrustado en las instituciones, en la vida cotidiana, en esos poderosos instrumentos de dominación que son los medios de comunicación verdaderas máquinas inquisitoriales que viven de la sangre humana.
El triunfo de la voluntad popular en Sucre de un nuevo alcalde es la garantía histórica de seguir construyendo otro futuro, otra civilización y las acciones fascistas y coloniales jamás podrán revertir esta historia escrita con el hálito cálido y victorioso de Túpac Katari y Bartolina Sisa.
Fuente: Camilo Katari, es escritor e historiador potosino
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