Los amigos pueden predecir la identidad digital y las acciones de una persona, lo que socava el principio de la «elección individual» en las redes sociales, según un estudio
La pregunta, aunque aparentemente inocente, venía cargada con bastante inquina. Benjamin Lujan, representante del Partido Demócrata en Nuevo México, fue uno de los congresistas que interrogaron a Mark Zuckerberg sobre los posibles «perfiles ocultos» dentro de la mayor red social del planeta. Y su cara, convertida en un cromo, se transformó para deslizar una promesa cocinada por sus servicios jurídicos: «En general recopilamos datos de personas que no están registradas en Facebook por motivos de seguridad».
Una respuesta que, sin lugar a dudas, parecía confirmar una de las teorías más inquietantes de los últimos años: ¿nos espían las plataformas sociales incluso si no formamos parte de ellas? Tras años de subidón, una segunda burbuja de las puntocom está próxima a explotar. La aguja que ha hecho estallar por los aires toda su credibilidad es la privacidad. Una era en la que, a raíz de los continuos escándalos, las firmas tecnológicas con servicios digitales han tenido que someterse a una cruda realidad: o cambian o desaparecen.
El pasado año, sin duda, fue el momento en el que se cayeron las caretas. Las redes sociales no habían nacido para conectar personas; habían nacido para hacer negocio de conectar personas. Y mientras aquello pasaba se olvidaron de protegerlas. Un estudio elaborado por un grupo de científicos de las universidades de Vermont (EE.UU.) y Adelaida (Australia) publicado en «Nature Human Behavior» relata el mecanismo de servicios como Facebook para procesar los datos de personas incluso si no forman parte de su comunidad.
Formar parte del grupo era una cualidad individual. Si no se quiere correr el riesgo de quedarse al margen, muchas personas lo aceptaban sin miramientos: se abrían un perfil puesto que allí se encontraban sus amigos más allegados. No era una imposición. Cada cual era dueño de su destino. Voluntariamente, los usuarios asumían que se debía renunciar a parte de su existencia con tal de estar conectado. Esa elección individual ha sido, relatan los investigadores, el principio fundamental de la privacidad online: si no quieres estar en Facebook puede irte o, al menos, no registrarte nunca.
De ahí a que, pagando el precio de estar fuera de este entorno digital, se respetaba nuestra privacidad. Los expertos creen que no es tan fácil ser invisibles a las redes sociales. Si una persona abandona una plataforma de medios sociales -o si nunca se unió a ella, eso da igual- las publicaciones y las palabras de sus amigos siguen proporcionando aproximadamente un 95% de la «precisión predictiva potencial», reza el inform, que destaca una situación asombrosa pero que, tal vez, ya no sorprende a nadie: los algoritmos de «aprendizaje automático» pueden «saber» con una precisión de hasta el 64% qué término va a escribir un usuario antes de que lo haga.
«Visto de otra forma: cuando te registras en Facebook u otra red social crees que estás entregando tu información, pero también estás entregando la de tus amigos», apunta James Bagrow, matemático de la Universidad de Vermont y director de la investigación. «Tú no controlas tu privacidad en las plataformas de redes sociales [...] Tus amigos también tienen algo que decir».
El informe también pone de relieve la trascendencia de Twitter como impulsor de un sistema basado en burbujas. Nuestras identidades, por tanto, viven en grupos perfectamente delimitados. Para comprobarlo, los expertos analizaron más de treinta millones de «tuits» públicos de unos 13.905 usuarios. El resultado fue revelador: la información de solo ocho contactos de una persona pueden predecir tus mensajes posteriores. Y lo hacen «con la misma precisión que si se estuviera mirando directamente a la propia cuenta de Twitter de esa persona».
Esta investigación, de tal forma, plantea serias cuestiones acerca de la naturaleza fundamental de la privacidad, pero sobre todo de cómo, en una sociedad altamente interconectada, las acciones y la identidad de una persona están integradas en internet aunque no lo desee. Así, es posible, al menos en teoría, que cualquier compañía, partido político o gobierno puede perfilar «con precisión a una persona» a partir de sus amigos en redes sociales, incluso si nunca han estado dentro o si han eliminado su cuenta. «No hay lugar para esconderse en una red social», aduce Lewis Mitchell, coautor del estudio y en la actualidad profesor de matemáticas aplicadas en la Universidad de Adelaida en Australia.
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