Álvaro García: Evo, la COB y la batalla que se viene pesaron para que sea otra vez candidato

El vicepresidente Álvaro García Linera analiza las claves que, según él, definirán los comicios del siguiente año, incluso los temores gubernamentales con miras a lo que denomina “la batalla electoral más polarizada”. Revisa la entrevista completa.

El vicepresidente Álvaro García Linera responde a las preguntas de La Razón. Foto: Pedro Laguna

Casi 16 horas después de anunciar que irá a una nueva repostulación, el vicepresidente Álvaro García Linera recibió ayer a La Razón, en un salón de la Vicepresidencia, para explicar por qué borró su decisión de ya no acompañar al presidente Evo Morales en otra contienda electoral, para dedicarse a la formación de nuevos cuadros en el Movimiento Al Socialismo (MAS).
— Hace dos años anunciaba en La Razón que ya no se repostularía, que no sería candidato. Ahora cambió de opinión. Pareciera que fue un No pero Sí...
— Fue una buena decisión fundada en que había que dejar al Presidente en la libertad de que buscara un nuevo acompañante en función de las necesidades del proyecto y porque quería ayudar en la formación de cuadros. En este tiempo se dio un debate en algunas organizaciones, se planteó que una mujer o un obrero acompañen al Presidente, y no lo vi como un desplante. Y no hice ningún trabajo proselitista en el interior de organizaciones y cada vez que me preguntaban, decía que tomé una decisión...
— Pero ojo, participó en proclamaciones...
— Pero del Presidente... Y resulta que en este último año, en la medida en que se reconfigura el escenario político, que se plantea la candidatura de Carlos Mesa, que se comienzan a rearticular fuerzas conservadoras, con un ataque despiadado contra el Presidente, muchas veces marcado por el racismo, con un renacimiento de viejos discursos que pensábamos que habían sido erradicados en lo político desde 2008… fue la misma Central Obrera Boliviana (COB), algunos sindicatos que volvieron a plantear mi nombre.
— Usted dijo que el Presidente aceptó su decisión de 2016...
— Me reuní con él, le comuniqué mi decisión, le pedí que escoja un candidato que permita ampliar la base de alianzas... Y me respondió que lo que pasa en el debate de confederaciones como la COB es que se me necesita para dar esta batalla. Y me pidió que lo piense. Incluso los compañeros de la COB se reunieron conmigo para decirme que reflexionaron y consideraron que en estos momentos en que hay una derecha que se reorganiza y que quiere hacer retroceder al país, hay que dar una batalla con la fuerza y cohesión necesaria. Si creen que para impedir eso yo puedo contribuir, entonces adelante. Un gobierno de derecha va a llevar a Bolivia a lo que viven otros países de derecha en la región. Y me resisto a quedar al margen de la batalla. Habíamos calculado que la confrontación no iba a ser tan intensa, que sería como en la elección de 2014, cuando la polarización fue atenuada. Esta elección será bastante polarizada, entre avance y retroceso, transformación y regresión, estabilidad y desastre.
— Al parecer, el MAS percibe una batalla difícil, con números apretados, y por ello ratifica su binomio, su mejor carta...
— Es una batalla más polarizada, como un retorno a 2009 en cuanto a tensionamiento de fuerzas...
— Se oye como que se quiere otro ‘desempate’
— El “empate catastrófico” se dio entre 2003 y 2008. La elección de 2009 tenía el efecto del desempate porque había una sociedad polarizada. No hay empate porque no hay otro proyecto de país alternativo, lo que hay son candidatos alternativos. Hay empate catastrófico cuando la gente elige entre dos opciones de economía, de Estado, de sociedad, y aún no hay esa oferta alternativa. La derecha oferta hasta ahora un debate pobrísimo sobre el país, por ello ha tenido que sacar frases como “autonomía federal”, “Estado de derecho”. Son frases y no programas de gobierno. Eso nos favorece, porque todo el debate, todavía unos cinco años más al menos, va a estar centrado a partir de los anclajes discursivos que el MAS propuso a la sociedad: plurinacionalidad, economía plural, autonomías, industrialización.


— ¿Esta previsión de una batalla más polarizada se expresa también en la intención de voto, como muestran encuestas?
— Es un fenómeno interesante. En los últimos 15 años en Bolivia hubo dos posiciones electorales bien definidas. Una muy conservadora que nunca votó por el MAS y que bordea un 30%. La otra, con un 30 o 40% que ha apostado definitivamente por el MAS. Y aparte, hay un 30% que fluctúa, que es definitorio, que puede llegar al 40% o 25%, y ese es el lugar de la acción política para desarrollar discursos y convertir ese porcentaje en disputa en una parte que consolida la mayoría absoluta, o que acerca a las mayorías como en 2005.
— La nueva clase media...
— Lo nuevo de ahora es que este sector intermedio es una combinación de sectores de clase media tradicional y una nueva clase media fruto de las políticas del crecimiento económico que hemos implementado. Son portadores de otro tipo de expectativas, necesidades, de otras lógicas discursivas. Es un sector de lo popular que asciende a la clase media, que no había en 2005 y 2009; en 2014 algo de eso sucedió, pero no nos dimos cuenta. Por ello, ésta va a ser una elección que va a tener que segmentar las ofertas discursivas en el marco de un proyecto común de desarrollo, para llegar a distintas almas sociales. Esta clase media de origen popular no rompe vínculos con su clase de origen, requiere renovar esos vínculos. Es una singularidad de Bolivia, eso no se da en Argentina, en Brasil, se da parcialmente en Perú. Y esto incorpora un ingrediente interesante, con este sector en disputa que va a definir las elecciones.
— ¿Estas características juegan a favor del MAS, tomando en cuenta su dificultad de enamorar a las clases medias urbanas, lo que se nota, por ejemplo, en elecciones municipales?
— Tenemos ventajas. Primero, las políticas económicas del Gobierno han ayudado a crear esa nueva clase media de origen popular. Y segundo, las entendemos. La derecha crece fomentando el racismo, un clasismo de malestar con este ascenso. El riesgo es que eso contagie a las otras clases medias; un ejemplo es lo que pasó por la crisis económica en Brasil, por el freno al ascenso social, en buena parte. Eso sí, no es algo que está garantizado, pero el conocimiento de su composición nos da ventaja. Y la tercera ventaja es que la economía funciona. El Gobierno no solo promovió el ascenso social, sino que somos garantes de la continuidad de este ascenso y la estabilidad. Vamos a seguir manteniendo este ritmo de crecimiento en una década. Claro, no es un tema resuelto, veremos qué hacen los opositores; pero esta clase media tiene los sectores en disputa y definitorios para darnos la victoria o a las fuerzas conservadoras.
— Aparte, otro factor clave de esta elección serán las redes sociales. Y el Presidente, el Gobierno han pasado de menospreciarlas a tenerles temor...
— Las redes sociales no son constructoras de horizonte movilizador, de expectativa, son más fáciles de utilizar como destructoras de horizontes, hoy esa es su función en la política, a través de las fake news (noticias falsas). Y éste es el riesgo. ¿Cómo se puede combatir ello? Las redes pueden despertar odios, pero no esperanzas; pueden intensificar los miedos, pero no van a reprochar tus expectativas. Así sucede con la derecha, no tiene proyecto de país que no sea el desastre que hicieron antes; pero el MAS tiene un proyecto factible. La derecha lo mostró en tiempos del referéndum (del 21 de febrero de 2016, cuando ganó el No a la repostulación presidencial), gran capacidad para horadar lo que uno hace, exaltando miedos, temores y odios. Así no se construye país. Como hizo la derecha en otros países, logró devaluar el proyecto del otro con las redes sociales, pero eso sí, no potenciaron su proyecto.


— ¿A ello le teme el Gobierno?
— Sí. Y la manera de combatir esto no es con la censura, sino con el esfuerzo de incitar a la reflexión, para que cada boliviano, cada vez que vaya al encuentro con las redes, lo haga sin entregarle el hígado y la emotividad, sino la razón, buscando la reflexión, cruzando información. Este uso destructivo de las redes, en vez de uno propositivo, es a lo que hay que tenerle preocupación. Es complicado.
— Sin duda, clase media y redes sociales van unidas, o sea, se puede pensar que estas últimas serán también definitorias en la campaña electoral
— En el mundo todas las personas tienen algún nivel de asociatividad. En Bolivia se dio tradicionalmente la ciudadanía sindical. Pero qué pasa con aquellos que ya no precisan del sindicato, de la junta vecinal para satisfacer sus necesidades básicas, que ya se han vuelto clase media. Son personas que tienen un nuevo sindicato, el WhatsApp, que es el sindicato digital de la clase media. Bolivia tiene esta dualidad, la vida asociada sindicalmente y la de las redes. Entender eso es clave, porque no hay ciudadanos aislados, sino asociados, pero que han mutado de asociatividad: de la territorial de las necesidades básicas a la digital de las relaciones sociales, la distracción o el recreamiento.
Y el MAS, que fundó buena parte de su victoria electoral con la asociatividad organizativa, ahora tiene un nuevo reto: cómo llegar a la asociatividad digital. Para todos es un reto, pero para el MAS en particular. Ahora nos toca ser los primeros en la contención de la asociatividad digital, porque allí se educa, se articula la construcción de voluntades de la nueva clase media. Y de la antigua, pero ella no votó mucho por nosotros. Es la nueva la que es clave, son 3 millones de personas, estamos hablando de tal vez poco más de 800.000 familias, y entre ellas de 1,2 millones o 1,5 millones de votantes. Por ello, la batalla digital será decisiva. Pero sin olvidar que si bien el poder de las redes es importante en esta nueva clase media, ésta no ha roto vínculos con la asociatividad tradicional.
— Su decisión de ir por la repostulación se ve también como una muestra de la falta de renovación de liderazgos, de la formación de nuevos cuadros en el MAS, algo a lo que se iba a dedicar cuando renunció a cualquier candidatura
— Sí, es una deuda de esta generación con la sociedad, con las organizaciones sociales y las nuevas generaciones bolivianas. Ahora voy a tener que escindir mis tiempos. En una entrevista en el extranjero me decían qué pasó con la renovación. Y decía a modo de entender, y no de justificar, que en la primera gestión nos dedicamos a sobrevivir ante fuerzas que nos querían tumbar; en la segunda, a consolidar los fundamentos de nuestro modelo político, económico y social, o sea la plurinacionalidad, la nacionalización, la Constitución, la distribución de la riqueza; y en la tercera, a darle estabilidad al crecimiento económico y entrar a la industrialización. Sinceramente, nunca pensamos que íbamos a estar tanto tiempo en el Gobierno y eso permitió diseñar sobre la marcha una mirada de largo aliento, en un país que nunca la tuvo. Hoy, Bolivia, independientemente de quién gane las elecciones, tiene un claro horizonte de lo que se quiere.
Ahora, por qué no le dedicamos mucho tiempo a la formación. Nunca pensamos que este proceso iba a durar tanto. Y agradecemos la confianza de la población. Ahora está claro que la continuidad de un modelo de crecimiento, de movilidad social, de distribución de la riqueza pasa por la continuidad de los liderazgos políticos, y eso implica una nueva oleada de líderes que tienen que venir de lo popular. Sigo convencido de que Bolivia debe seguir siendo gobernada por las clases populares. Y ahora hay que darle continuidad a esto. En caso de que el pueblo nos dé su voto, pienso que más allá de acompañar al Presidente en su gestión, tengo que dedicarle tiempo a la formación de liderazgos, no renuncio a ese mi compromiso y obligación. Bolivia tiene que llegar a 2025, el bicentenario, blindada con una nueva generación de liderazgos de lo popular, con capacidad de mirar a Bolivia otros 20 años por delante.
— ¿El MAS irá a las primarias con un solo binomio?
— No lo hemos decidido, tampoco se ha hablado de otro binomio. Habrá que esperar el encuentro con la Conalcam (Coordinadora Nacional por el Cambio). Hasta el 28 inscribimos al binomio. Pero lo más probable es que sea solo uno.  
— La conclusión sería que el factor Evo pesó mucho para que deje atrás su decisión de ya no ir a la repostulación
— Tres cosas. El Presidente, que me planteó esta necesidad. También me sorprendió la decisión de la COB, a la que tengo mucho respeto. Y lo tercero, soy honesto, es que no puedo ver a distancia una pelea en que se va a definir si Bolivia sigue para adelante o la llevan al precipicio del desastre como lo hacen en otras partes de América Latina.
— Pero Evo fue clave...
— Sin duda, ello me dio la fuerza.
— ¿Mesa es el rival a ganar?
— No, el conservadurismo neoliberal en general, que tendrá uno, dos o cuatro rostros. Al que hay que derrotar es al conservadurismo.
— El 28 inscriben al binomio, pero aún falta la decisión final del TSE sobre si se acepta la repostulación de Evo Morales
— No quiero entrar de nuevo en polémica. Pero confiamos en que se respeten las jerarquías constitucionales, y así no debería haber dónde perderse. Sin polémica, sin mandar a alguien a que haga algo, simplemente respeto y ahí no tendría por qué haber debate alguno.
— A propósito, ¿cuál es su opinión sobre el escándalo de las listas de partidos con militantes ‘truchos’, incluido del MAS?
— Lo asumo como que el TSE (Tribunal Supremo Electoral) optó por un sinceramiento de la realidad de la vida orgánica de los partidos. Entiendo que desde los años 90 nadie se atrevió a sincerar ello. Se está comprobando que hay muchos partidos, incluido el MAS, que es el más numeroso del país, donde han habido personas que por cumplir una instrucción partidaria agarraban personas de listas de, por ejemplo, una junta escolar y las colocaban en la lista de militantes.
Es un costoso sinceramiento, muy duro, de la realidad de los partidos políticos. Y en vez de negar esa vergüenza de todos, achacándole al TSE, precisamos una validación de nuestros militantes, más seria. Asumir que la militancia es algo cotidiano durante cinco años que dura una gestión de gobierno. Está claro que nuestra democracia está mostrando que la vida partidaria es muy débil, que los muchos partidos son de sigla y no de militancia, y eso está mal. Y el MAS tiene una parte que no era real, por lo tanto duele aceptarlo. En el fondo, el TSE nos dijo que seamos de verdad partidos políticos. Eso es complicado. Como MAS lo asumimos autocríticamente, entendemos el mensaje, nos cuesta, nos da rabia. Es un llamado a construir de verdad un sistema de partidos políticos serios.
— ¿Y cómo golpea esto a las primarias, al TSE?
— Los conservadores van a querer golpear porque las primarias son una elección de tu vida partidaria y de la democracia interna. La lección de lo que pasa es para los que dirigimos un partido, a quienes debe caer la responsabilidad serena, y no lavarse las manos, porque ello es negar un problema de que no hay una verdadera vida política partidaria seria.
— Ahora, ¿se anima a decir que no irá a la repostulación en 2025 si gana estas elecciones?
— Tiene que haber una nueva generación. Complicado decir que es un caso cerrado. Pero siento que no he cambiado de actitud, soy más útil en otro lado. Nunca me he escapado de una batalla, pero creo que soy más útil en la batalla de ideas. Y ahora toca esta batalla. De hecho nunca había pensado vivir mucho en la vida. No me imagino mi vida más allá de 2025. En serio. En este caso uno nunca puede decir nunca nada. Pero es mi criterio que una nueva generación debe asumir los retos de la conducción de Bolivia en el bicentenario.