Después de casi dos siglos de su formulación, la Doctrina Monroe está de regreso. Lo dijo sin sonrojarse, o ya colorado, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, a propósito de la reiterada amenaza de intervención de la Administración Trump en Venezuela. El supuesto es inequívoco: “América para los americanos”. Es cuestión de propiedad e intereses.
Con su declaración, Bolton ha reafirmado con nitidez, sin miedo, algo que se sabía pero hace tiempo no era dicho en voz alta: América Latina es el patio trasero de Estados Unidos. Si algo o alguien amenaza o pone en peligro los intereses estadounidenses en su patio, hay la obligación de intervenir para restablecer el orden. Ello implica mensajes suaves, presiones y/o garrote.
La remozada Doctrina Monroe, planteada originalmente en 1823, asume que cualquier acción de un país europeo en América constituye un acto de agresión. La respuesta estadounidense en tal caso, como mandato, es inequívoca: intervención. La lista de intervenciones en la región es abundante, sea mediante injerencia política, bloqueo económico o, directamente, invasión militar.
En el actual escenario, el patio trasero a proteger es Venezuela y la agresión externa proviene de Rusia. En esa lógica, Bolton acaba de advertir que “todas las opciones están sobre la mesa”. Ello incluye la intervención militar. Aunque ya lo dijo Juan Guaidó el 23 de febrero en mensaje a la comunidad internacional: “Debemos tener abiertas todas las opciones”. Es la Doctrina Monroe.
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